Los diez derechos del lector

En su libro "Como una novela", el escritor francés Daniel Pennac enumera lo que considera los diez derechos del lector / a. Acá los compartimos:

 1- El derecho a no leer


“Como cualquier enumeración de derechos que se respete, la de los derechos a la lectura debería empezar por el derecho a no hacer uso de ellos (…)
La idea de que la lectura “humaniza al hombre” es justa en su conjunto,a pesar de que existen algunas excepciones deprimentes. Se es sin duda un poco más “humano”, si entendemos por eso un poco más solidario con la especie (un poco menos “fiera”), después de haber leído a Chejov que antes.
Pero cuidémonos de flanquear este teorema con el corolario según el cual todo individuo que no lee debería ser considerado a priori como un bruto potencial o un cretino redhibitorio. Si lo hacemos convertiremos la lectura en una obligación moral, y éste es el comienzo de una escalada que nos llevará rápidamente a juzgar, por ejemplo, la “moralidad” de los libros mismos, en función de criterios que no tendrán ningún respeto por esa otra libertad inalienable: la libertad de crear. A partir de ese momento la bestia seremos nosotros, por más lectores que seamos. Y Dios sabe que bestias de esta especie no faltan en el mundo.
En otras palabras, la libertad de escribir no podría acomodarse a la obligación de leer.
El deber de educar, por su parte, consiste en el fondo en enseñar a leer a los niños, en iniciarlos en la literatura, en darles los medios para juzgar con libertad si sienten o no la “necesidad de los libros”. Puesto que si bien se puede admitir sin problema que un particular rechace la lectura, es intolerable que sea -o se crea- rechazado por ella. 
Es una tristeza inmensa, una soledad en la soledad, estar excluido de los libros, incluidos aquellos de los que se puede prescindir. “

2- El derecho a saltarse páginas

“(…) Y además, incluso cuando hemos crecido, y hasta si nos repugna confesarlo, nos ocurre todavía que nos “saltamos páginas”, por razones que no nos conciernen más que a nosotros y al libro que leemos (…) Digámonos lo que nos digamos, este disgusto testarudo que entonces nos imponemos no pertenece al orden del deber, es una categoría de nuestro placer de lector. “

3- El derecho a no terminar un libro

“Hay treinta y seis mil razones para abandonar una novela antes del final: la sensación de que ya la hemos leído, una historia que no nos agarra, nuestra desaprobación total de las tesis del autor, un estilo que eriza el cabello, o por el contrario una ausencia de escritura a la que ninguna otra razón compensa para que justifique ir más lejos (…)
(…) La gran novela que se nos resiste no es necesariamente más difícil que otra…hay allí, entre ella-por grande que sea- y nosotros- por aptos para “comprenderla” que nos consideremos- una reacción química que no funciona (…)
Aquí la elección está en nuestras manos: o pensamos que es culpa nuestra, que nos falta una casilla, que abrigamos una parte de tontería irreductible, o nos ponemos del lado de la noción muy controvertida del gusto y buscamos dibujar el mapa de los nuestros.
(…) -¿Pero cómo es posible que no le guste Stendhaaaaal?-
Es posible. ”

 4- El derecho a releer 

“(…) Por el placer de la repetición, la alegría de los reencuentros, la puesta a prueba de la intimidad.
“Otra vez, otra vez” decía el niño que fuimos…Nuestras relecturas de adultas tienen que ver con ese deseo: encantarnos con la permanencia y descubrirla todas las veces igualmente rica en nuevas maravillas.

 5- El derecho a leer cualquier cosa

(…) Buenas y malas (novelas), durante un tiempo leímos todo junto. Igual que no renunciamos de un día para otro a nuestras lecturas de infancia. Todo se mezcla (…)
(…) Una de las grandes alegrías del “pedagogo” es-cuando está autorizada cualquier lectura- ver a un alumno cerrar solo la puerta de la fábrica best-seller para subir a respirar donde el amigo Balzac. ”

 6- El derecho al bovarismo

(Enfermedad textualmente trasmisible)
Remite a “nuestro primer estado de lectura (…) De allí la necesidad de que recordemos nuestras primeras emociones como lectores y de que levantemos un pequeño altar a nuestras viejas lecturas, incluyendo las más “tontas”. Desempeñan ellas un papel inestimable: emocionarnos por lo que fuimos al tiempo que nos hacen reír de lo que nos emocionaba. Los jóvenes que comparten nuestra vida sin duda alguna ganarán con ello en respeto y en ternura (…)”

 7- El derecho a leer en cualquier parte 

8- El derecho a picotear.

“Yo picoteo, tú picoteas, dejémoslos picotear.
(…) Cuando no se tiene el tiempo ni los medios para tomarse una semana en Venecia, ¿por qué rehusarse el derecho de pasar allí cinco minutos?”

 9- El derecho a leer en voz alta

“(…) Para maravillarme. Las palabras pronunciadas se lanzaban a existir fuera de mí, vivían de verdad. Y además porque me parecía que esto era un acto de amor.
(…) ¿Es que él no sabe mejor que nadie que el sentido se pronuncia?
(…) Si lee de verdad, si pone en ello su saber y domina su placer, si su lectura es un acto de simpatía con el auditorio tanto como con el texto y su autor, si logra que se oiga la necesidad de escribir y despierta nuestra más oscura necesidad de comprender, entonces los libros se abren de par en par, y la muchedumbre de aquellos que se creían excluidos de la lectura se precipita en ella tras él. 

 10- El derecho a callarnos



Fuente: blog habíaunaveztruz

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