¿Por qué un club de lectura?

Muy lejos de ser escritores, fundadores de un lugar propio, herederos de labriegos de antaño pero sobre el suelo del lenguaje, cavadores de pozos y constructores de casas, los lectores son viajeros: circulan sobre las tierras del prójimo, nómadas que cazan furtivamente a través de los campos que no han escrito, que roban los bienes de Egipto para disfrutarlos. 
 Michel De Certau, "Leer: una cacería furtiva" (En La invención de lo cotidiano, I. Artes de hacer)

Varias personas nos preguntan qué hacemos en un club de lectura. Quién lo coordina, quién elige los libros, de qué se trata. Si leemos ahí, si leemos en casa. Pareciera que un club de lectura generara más dudas que un taller de cocina, de cerámica, o de escritura.
Para empezar, en el club simplemente charlamos de lo que nos pareció el libro. Lo que nos gustó, lo que no, adónde nos llevó. Leemos algún párrafo, quizás. Hablamos del autor si nos interesa, compartimos un rato, un mate, nos sacamos fotos y elegimos entre todxs los libros. Algo así. Nadie coordina. Pensando en el sentido del club, por qué un club de lectura, acá compartimos otras lecturas, de algunos textos que hablan sobre el tema, y que dejamos al costadito en la lista del libros del club, aunque no los vamos a leer ahí, pero por si alguien quiere descargarlos.

La lectura como cacería

De Certau habla de la lectura como viaje, como "cacería furtiva". El texto nos gusta porque plantea una pregunta que, formulada ya hace rato, se refiere a una división que sigue operando en lo cotidiano: lectura/escritura. Dice el autor que en nuestras sociedades regidas por modelos escriturarios, se puede sustituir el par producción-consumo por escritura-lectura. Lo que nos lleva a pensar en si cuando leemos hacemos algo, construimos algo, o sencillamente consumimos de forma pasiva algo ya hecho por otro. Sabemos que hace rato la teoría señala que el sentido del texto proviene de la lectura, que es el lector quien modifica al texto al leerlo. Sin embargo, no podríamos tampoco afirmar cada lectura como una creación nueva: "leer es peregrinar un sentido impuesto (el del texto, análogo al orden construido de una ciudad o de un supermercado)". En la lectura el texto se separa del sentido intencional originario, perdido para siempre. Sin embargo, el sentido que podemos construir a partir de un texto está organizado por aquello que lo vuelve legible, una "literalidad" cuyo sentido se construye también a partir de una sociedad estratificada: "la lectura se situaría entonces en la conjunción de una estratificación social (de relaciones de clase) y de operaciones poéticas (construcción del texto por medio de su practicante)". La relación del lector con los textos está sobredeterminada por las relaciones sociales, y su autonomía condicionada por la posición social (y por los medios de comunicación, la escuela, etc.).
Por eso, podemos pensar el club de lectura también como una forma de construcción comunitaria de sentido. Por ejemplo, en la última reunión, llegamos desde la profecía de Bodoc hasta la incertidumbre del lenguaje, para terminar en Santiago Maldonado.

La lectura como travesía del deseo

El otro texto es "Sobre la lectura", de Roland Barthes (lo encuentran en El susurro del lenguaje, o acá al costadito!). Todo muy francés. Barthes se pregunta en este texto (es en realidad una conferencia en un congreso sobre el tema), qué es leer. Para que se lee, cómo es. Y, de entrada, aclara que probablemente la lectura sea de forma constitutiva un campo plural de prácticas dispersas, de efectos irreductibles. No puede especificarse la pertinencia de un objeto (ya que todo puede ser "leído" en sentido amplio: el objeto es producto de la lectura), ni de niveles de lectura, en el sentido que en la lectura es infinita, no hay un límite que la cancele y que la agote. De la misma manera que hablábamos de la incertidumbre que vela el sentido de las profecías, hay según Barthes un "resto de ilegibilidad" que es el fondo de todo texto. Para Barthes toda lectura está penetrada por el Deseo, y si bien siempre la lectura se da en el interior de una estructura necesaria para que pueda acontecer (la que propone el texto, aún si es múltiple y abierta), y a la que está sometida, a la vez la lectura es el gesto del cuerpo que en el mismo movimiento en que establece un orden, lo pervierte.
Leer es del orden de lo Imaginario, y el lector queda, según Barthes, aprisionado por tres formas del placer en la lectura. El primero, se trata del placer fetichista por el libro. El segundo es aquel que pertenece al orden del suspenso, por el cual no podemos dejar de leer y "desfallecemos en la espera", aquel goce en el que "el lector se siente como arrastrado adelante a lo largo del libro por una fuerza que, de manera más o menos disfrazada, pertenece siempre al orden del suspenso; el libro se va a anulando poco a poco, y es en este desgaste impaciente y apresurado donde reside el placer".  Y el tercero tiene que ver con el placer de la escritura, el deseo de escribir que puede surgir a partir del deseo que ha tenido el autor del libro: "deseamos el deseo que el autor ha tenido del lector, mientras escribía, deseamos ese ámame que reside en toda escritura".
La lectura es para Barthes, desplazamiento infinito, lugar en el que "la estructura se trastorna".
En este texto Barthes hace además alguna referencia al "problema" de la falta de deseo de leer. Entrecomillamos "problema" porque también sugiere que la libertad de la lectura debería ser también la libertad de no leer, puesto que "las" lecturas, aquellas que creemos que "hay" que leer, son hijas de una autoridad que nos dice qué es lo que deberíamos leer y lo que no (la buena y la mala literatura, los textos obligatorios para poder hablar de un tema o ingresar a un campo disciplinar, etc.). Y se refiere al espacio de la Biblioteca como facticidad, y en tanto tal como oposición al Deseo. Señala que la Biblioteca llama al orden frente a la aventura de la lectura: "siempre se sitúa más allá o más acá de nuestra demanda: el libro deseado tiene tendencia a no estar nunca en ella, y sin embargo, nos propone otro en su lugar: la Biblioteca es el espacio de los sustitutos del Deseo". Además, es por lo general un espacio que se visita pero no se habita, por eso hay una diferencia entre el libro-de-biblioteca y el libro-de-casa, retirado de su función de aparentar social, cultural o institucional.

A partir de esto, podemos pensar si la propuesta de un club de lectura, sin solemnidades, nos permite habitar la biblioteca en lugar de visitarla. La biblioteca popular en este sentido, nos permite reunirnos, hablar y tomar mate con cuadraditos de avena rellenos. No es un dispensario de libros sustitutos de nada. Nosotrxs decidimos que leemos y lo conseguimos como podemos. Se trata de un lugar de encuentro que quiere generar un espacio común de intercambio y producción. Porque leer sí es hacer algo, con efectos pequeños y marginales, pero de los que somos capaces. Eso, a grandes rasgos, hacemos en el club de lectura.

Próximo encuentro este jueves 28/09, en la Biblioteca Popular Sarmiento de Río Ceballos.

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